¿Qué supone innovar?
Día a día, semana a semana, mes a
mes, se ve a los alumnos con el mentón apoyado en una de sus manos
(cuando no están directamente desplomados sobre la mesa en un acto
de puro hastío) porque, durante seis horas diarias, por un mínimo
de trece años de sus vidas, van a oír las mismas historias una y
otra vez. Con suerte, con el cambio de curso llegará el cambio en el
currículum escolar, pero, en el campo referente a las lenguas,
parece que lo estudiado en tercero no es más que un repaso de lo
visto en primero, y es que parece irónico que algo vivo como es la
lengua haga que los alumnos quieran, cuanto menos, huir del aula.
En las líneas que siguen hablaré
acerca de cual es mi opinión sobre la situación de la lengua
española, no por preferencia, sino por ser esta mi especialidad y
estar más cercana a este campo de conocimiento, en especial, en lo
referente a la literatura.
Creo que un paso fundamental que se
debe seguir a la hora de hacer que los alumnos estén más motivados
en el aula de lengua y literatura castellano refiere a la renovación
en el catálogo de lecturas obligatorias. Algo que me preocupa es que
los jóvenes están perdiendo interés en la lectura, ¿pero cómo
van a mantenerse interesados cuando se les imponen obras que llevan
siglos en el listado y que han sido leídas por sus padres e,
incluso, por sus abuelos? Es innegable que los alumnos no pueden
salir de la educación secundaria sin saber quiénes fueron Lope de
Vega, Calderón de la Barca, Góngora, Quevedo... Y es, como poco,
impensable, que obtengan unos estudios medios sin saber a quién
pertenece el Quijote, pero, ¿es necesario obligarlos a leerlos? Son
obras que se han mantenido en la selecta lista de los clásicos de la
literatura durante siglos, pero precisamente por eso, por tener
siglos de antigüedad, las hace parecer tan distantes y es que, a la
hora de la verdad, la mayor parte de los alumnos no leen la obra, se
limitan a ver una adaptación o a leer un resumen en internet, y es
que las tecnologías puden ser una gran ventaja, pero pueden también
fomentar la picaresca. En resumidas cuentas, considero que para
innovar en el área de lengua castellana se podría empezar por
cambiar las lecturas obligatorias. En el panorama actual hay un gran
número de obras que pueden encajar en el temario a explicar y que,
por estilo o temática, pueden resultar más atractivas a los
alumnos, y es que, con la lectura, sucede lo mismo que con cualquier
otra actividad: no se puede pasar de leer Jerónimo Stilton a La vida
es sueño, del mismo modo que no se puede pasar de correr media hora
a participar en una maratón. En lo que a la maratón refiere, el
cuerpo diría “basta”, en cuanto a la literatura, sería el
alumno el que decidiese que no le gusta leer por una mala elección
del programa educativo.
Por otra parte, no se debe dejar de
lado el hecho de que los alumnos sienten que les imponen las
lecturas, viéndolas más como un castigo que como un pasatiempo. Es
trabajo del profesor, en este caso, saber “vender” los libros,
haciendo que no los vean como un trabajo más que deben hacer para
aprobar la asignatura, sino como algo que pueden disfrutar.
Considero que, también, para fomentar
la lectura en los alumnos, algunos profesores deberían dejar de lado
sus prejuicios hacia ciertos géneros como el cómic o la literatura
juvenil por considerarlos “de baja calidad”. Hoy en día no son
pocos los artistas que se animan a adaptar clásicos de la literatura
a la viñeta, haciendo que estos profesores que opinaban -y opinan-
que los cómics no aportan nada (y, por qué no decirlo, que este
arte se limita a super héroes que llevan la ropa interior por fuera)
cambien su modo de percibir esta parte de la literatura. En mi caso,
el alumnado al que espero dirigirme, se compone de adolescentes que,
casi con total seguridad, disfrutarán más el Quijote en formato de
cómic, dividido en tomos y con ilustraciones a todo color, que la
edición clásica con sus mil páginas y cientos de anotaciones. No
deja de ser la misma obra, pero disfrutada de dos maneras distintas
pero perfectamente válidas, de modo que, ¿cuál es la razón para
no incorporar el cómic a nuestras aulas?
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